En Valderrobres, capital de la comarca turolense del Matarraña, se halla el Observatorio de aves Mas de Bunyol. Aquí mandan los impresionantes buitres leonados, que cada día se abalanzan sobre la comida que les proporciona «buitreman». Una experiencia bestial que no vas a olvidar jamás
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Planeando una escapada en caravana a la turolense comarca del Matarraña, casi por casualidad descubrimos el Observatorio de aves Mas de Bunyol. En principio, pensamos que era un observatorio de aves como tantos otros, un mirador desde el cual avistar los quehaceres de los pájaros que en aquel momento se encuentran por allí cerca.
Nada que objetar contra tan ornitológica y noble afición, por supuesto, aunque no se encuentre entre las nuestras. Pero el caso es que el Observatorio de aves Mas de Bunyol nos llamó la atención. No solo debido a la gran cantidad de buitres leonados que allí se reúnen cada día a una hora muy concreta, también por la historia de José Ramón Moragrega «buitreman».
Pero antes, permítenos mostrarte algunos datos y curiosidades sobre este animal. A nosotros nos parecen muy interesantes, y nos vinieron muy bien para conocer un poco mejor lo que íbamos a ver.
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Valderrobres, la bellísima capital del Matarraña.
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¿Qué sabes sobre los buitres? Algunas curiosidades interesantes
El buitre leonado (gyps fulvus) es una rapaz inmensa e inconfundible, con una envergadura superior a los 2,50 metros, una de las aves más voluminosas de Europa. Es planeador más que volador; apenas mueve las alas ya que aprovecha las corrientes para mantenerse en el aire. Los buitres leonados forman parejas estables que se mantienen durante toda la vida.
El historiador y filósofo griego Plutarco, escribió sobre los buitres que “de todos los animales es el menos dañino, […] porque no mata ni aún ofende a nada que tiene aliento”. Por su parte, el también griego Antístenes dijo que “vale más caer entre las patas de los buitres que entre las manos de los aduladores, porque aquellos sólo causan daño a los difuntos, y estos devoran a los vivos.”
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Algunas culturas consideraban a los buitres animales sagrados. En la antigüedad era frecuente su presencia en los campos de batalla, alimentándose de los héroes caídos. Se creía que los buitres descendían desde las alturas celestes para alimentarse de las almas de los soldados y llevárselas con ellos al paraíso.
La función de los buitres es absolutamente ecológica, por ello a estas aves necrófagas se las conoce como «los sanitarios de la naturaleza». Se alimentan exclusivamente de carroña, animales salvajes o ganado muertos, eliminando los posibles focos de transmisión de enfermedades.
Los buitres disponen un sistema digestivo provisto de un ácido que mata muchos virus y bacterias dañinas. De hecho, es capaz de disolver el ántrax, el moquillo, la rabia, el botulismo e incluso las bacterias del cólera. Dichas enfermedades sí que pueden ser contraídas por otros depredadores, y a su vez contagiar a otros animales.
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Cuando los buitres detectan un animal muerto, empiezan a dar vuelos en espiral que sirven de aviso y localización para al resto de la colonia. En pocos minutos pueden llegar cientos de ejemplares, que descenderán y comenzarán a desgarrar la carne putrefacta, acabando en poco rato con todo menos con los huesos y el pellejo.
En la primera mitad del siglo XX casi fueron aniquilados en algunas zonas del país, debido al desarrollo urbano y al cebo envenenado usado para matar zorros. Actualmente, España es el hogar de alrededor del 85-90% de los buitres de Europa, presentes en casi todo el territorio excepto en Galicia, el oeste de Asturias y algunas áreas del Levante.
En 2002, estas incomprendidas aves se vieron afectadas por una ley de la Unión Europea que prohibía a los agricultores dejar cadáveres de ganado al aire libre, debido a la amenaza de propagación de la enfermedad del ganado EEB, más conocida como «enfermedad de las vacas locas».
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Obviamente, dicha ley afectó principalmente al lugar de Europa donde existían más buitres, que no era otro que España. Se comprobó rápidamente que la nueva normativa sanitaria suponía una grave amenaza para las poblaciones de buitres de la península, que tenían que recorrer largos viajes hacia Francia, Bélgica o Alemania para encontrar comida.
Las consecuencias no fueron bien calculadas, y muchos ejemplares morían de hambre durante el viaje. Además, se registraron comportamientos hasta entonces anecdóticos, como buitres alimentándose en vertederos para sobrevivir o incluso ataques a ganado vivo.
En 2011 la UE cambió la ley, permitiendo a los agricultores dejar animales muertos para la alimentación de las aves carroñeras, bajo ciertas condiciones. Aun así, ello no es suficiente comida para que los buitres sobrevivan, y las grandes colonias de buitres necesitan de ayuda para seguir adelante. Aquí es donde entran en acción personas como «buitreman».
«Buitreman» o el «Hombre Buitre»
El «Hombre Buitre» o «Buitreman» es el apodo con que se conoce José Ramón Moragrega. Nacido en 1952 en la vecina Beceite, pasó 17 años trabajando de marino mercante por los siete mares, hasta que decidió dejarlo todo y montar una granja de conejos en el Mas de Bunyol, una masía de Valderrobres que encargó comprar a su padre mientras él navegaba.
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Para poder ver a los buitres de cerca, José Ramón empezó dejando algunos conejos muertos para ver si las rapaces venían a comérselos. Al principio ni los tocaban, ya que los buitres tienen un miedo ancestral a los humanos, que los persiguen desde la antigüedad. Pasaron unos tres años hasta conseguir que los primeros ejemplares empezaran a comer lo que «buitreman» les echaba.
Paralelamente, el negocio de los conejos empezó a ir mal en la década de 1990, y entonces decidió abandonar la cunicultura. Abrió la masía al público para que todo el mundo que así lo deseara pudiese contemplar de cerca a estos impresionantes animales planeando y alimentándose.
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Por supuesto José Ramón tuvo que regularizar la actividad, cumplir con las normativas, papeleos y burocracia. El Gobierno de Aragón, responsable de la gestión de muladares en la región, ayudó a hacer realidad el Observatorio de aves Mas de Bunyol que hoy conocemos. Desde hace casi 35 años, cada mañana «buitreman» repite el ritual de dar de comer a los buitres. Hay que verlo.
De camino al Observatorio de aves Mas de Bunyol
A las 9,15 h quedamos en el Polígono Industrial Torre Sancho, en la carretera de Fuentespalda, en las afueras de Valderrobres. Allí, un vehículo del Observatorio de aves Mas de Bunyol ya nos está esperando. Su conductor es el mismo José Ramón Moragrega «buitreman». Charlamos un rato hasta que llegan los demás visitantes y cuando estamos todos, nos vamos.
En total somos unas ocho personas, que en nuestros tres vehículos particulares seguimos al coche guía. Este nos conduce por polvorientos caminos rurales sin asfaltar hacia nuestro destino. En diez minutos —unos 3 km— llegamos a la primera parada. Estacionamos los vehículos junto al camino y continuamos a pie.
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El siguiente tramo pedestre transcurre por un bonito y serpenteante sendero entre arbustos y altos árboles, donde percibimos ese aroma a pino tan nuestro y tan mediterráneo. No podemos evitar tomar unas fotos de las estupendas vistas de Valderrobres en la lejanía que se contemplan desde el sendero. Aunque con la cámara del móvil no quedan demasiado bien definidas.
En menos de diez minutos llegamos al observatorio. Unos metros antes de llegar, nos recibe Loly Carrasco, gerente del observatorio y del pequeño hotel de seis habitaciones con bonitas vistas a la montaña con que cuenta el edificio. Loly es la otra mitad del proyecto Mas de Bunyol, y la que nos acompaña hasta el mirador desde donde contemplaremos el espectáculo.
Empieza el espectáculo
«Buitreman» desaparece en el momento que nos recibe Loly. Ha ido a prepararse para dar de comer a los buitres, como hace cada uno de los 365 días del año. El mirador está ubicado en la planta superior del edificio. Los visitantes nos sentamos aleatoriamente en un par de filas de bancos de madera colocados a modo de grada, con la segunda fila más elevada que la primera.
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Ante nosotros, una amplia ventana de cristal se abre a un gran espacio abierto, todavía vacío. Loly nos explica algunas normas de comportamiento curiosas para nosotros, como no realizar movimientos bruscos ante la ventana. Los buitres son muy asustadizos y podríamos provocar una desbandada.
Desde la seguridad del mirador se puede escuchar el sonido del exterior, donde se han instalado micrófonos para captar el ambiente y los graznidos de los buitres. Aunque hoy no funciona por motivos desconocidos, así que la gerente abre un dedo el ventanal para que podamos escuchar algo. Da igual. El espectáculo va a ser impresionante de todas formas.
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A medida que se acerca la hora, vemos como algunos buitres se posan en las ramas de los árboles circundantes, a medida que van llegando. En el cielo cada vez hay más. Llegan de los alrededores, y también desde Cataluña y hasta desde el Pirineo. Saben que este es un lugar donde son bienvenidos y recibidos con bufé libre.
En muy pocos minutos, centenares de buitres se amontonan en la explanada ante la puerta por donde en breve aparecerá «buitreman» con una carretilla cargada de carne procedente de los despojos del matadero de Valderrobres. Según Loly hoy es un dia «normal», y «solo» se han presentado unos 250 ejemplares.
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Ver a 250 buitres leonados si nunca has visto ninguno de cerca ya es todo un espectáculo. Ayer había unos 500, el doble que hoy. Debió ser algo alucinante. Pero hoy también alucinamos. De repente, se abre la gran puerta de madera y aparece «buitreman» con la carretilla. Los buitres lo rodean, abriéndole paso hasta que se detiene. Los animales parecen estar en «calma tensa».
Rodeado completamente por los buitres, «buitreman» parece decirles algo, al tiempo que realiza movimientos suaves con los brazos, como pidiendo tranquilidad. Luego, vuelca la carretilla y la supuesta «calma tensa» desaparece en un segundo. Las aves se lanzan salvajemente hacia la carne mientras «buitreman» se escurre rápida y discretamente con la carretilla por un flanco.
La polvareda que levantan las rapaces al abalanzarse sobre la carne es importante. Se producen algunas peleas para ver quien se lleva los mejores trozos, mientras que otros buitres parecen quedarse en el perímetro del meollo, algo alejados de la bandada y el caos. En cuanto se acaba la comida la situación se calma.
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La escena se repite cada vez que «buitreman» vuelve a aparecer con una carretilla llena de carne. Acabada la tarea, «buitreman» se convierte en José Ramón Moragrega y nos viene a visitar al mirador. Responde a todas las preguntas, y cuando no hay más, se despide y se dirige al matadero de Valderrobres a buscar más comida para «sus» animales.
La comida que aquí se ofrece a los buitres no supone más que un aperitivo, un aliciente para que no abandonen la zona, ya que con lo que comen aquí no tienen suficiente. Tienen que seguir comiendo por su cuenta.
En todo caso, lo que se hace en el Observatorio de aves Mas de Bunyol supone una de las experiencias más auténticas y espectaculares que se pueden vivir en Europa en contacto directo con la naturaleza y los animales salvajes. Si te gustan los animales, tienes que verlo con tus propios ojos.
▶️ Vídeo: «Buitreman» dando de comer a los buitres
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Todas las imágenes son propias, excepto cuando se indica otro autor / procedencia en el pie de foto.
ℹ Información útil
- Observatorio de aves Mas de Bunyol.
- Turismo Valderrobres.
- Matarraña Turismo.
- Turismo de Aragón.
- Que ver en Valderrobres mapa:
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