‘La Cité’ de Carcassonne, una ciudad de película única en Europa

Carcasona es Patrimonio de la Humanidad, además de un lugar de cuento de hadas de esos a los que siempre gusta volver. Un maravilloso ejemplo de cómo era una ciudad amurallada (llena de gente) en la Edad Media

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Volví a Carcassonne (Carcasona), unos cuantos años después. La primera vez fue un domingo de noviembre de 2004, durante una escapada de fin de semana a Francia, concretamente a Perpiñán. Esta vez visité la ciudad medieval de Carcassonne —La Cité, como la llaman aquí— un fin de semana de agosto, acompañado de mi hijo de 5 años, en nuestro primer viaje juntos al extranjero.

Entre una visita y la otra han pasado varios lustros. Nuestras vidas, el mundo, ya no son los mismos. Casi todo ha cambiado…. Pero Carcassonne, la cité, no. Sigue conservando su inconfundible y auténtica aura de ciudad medieval.

La ciudad de la princesa musulmana Carcas, que según la leyenda ahuyentó de las murallas de la ciudad al mismísimo Carlomagno; la de las calles y plazas por donde caminó la acaudalada familia Trencavel en el siglo XI; o el vizconde Simón de Monfort un par de siglos después, durante la sangrienta guerra cátara…

De camino hacia Carcassonne

Por la mañana salimos de Narbona, donde pasamos los tres primeros días de nuestro Road Trip por Occitania. De camino hacia Carcassonne, pero muy cerca de Narbona, nos detenemos en la Abadía de Fontfroide, la precursora del monasterio de Poblet, y más adelante en Lagrasse, una joya medieval a medio camino entre Narbona y Carcasona, por cierto una de Les Plus Beaux Villages de France (Los Pueblos Más Bellos de Francia). 

Desde Narbona hasta Carcassonne hay unos 60 km, aproximadamente 40 minutos de viaje sin paradas. En nuestro caso, debido a las mencionadas visitas durante el trayecto, sumamos casi una hora más de ruta. Y a ello sumamos el tiempo que pasamos en cada uno de esos lugares. Habrá que sacar la calculadora…

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Espectacular foto aérea de La Cité de Carcassonne. By Chensiyuan [CC BY-SA 4.0], via Wikimedia Commons.

Carcasona se ubica en el sur de Francia, 60 km al oeste de Narbona, la tranquila y bella ciudad archiepiscopal y 80 km al sureste de Toulouse, capital de Occitania y la Cité de l’Espace. Otra de las grandes ciudades occitanas, Montpellier, la ciudad natal del rey Jaime I el Conquistador, se encuentra unos 150 km al noreste. Cuenta con unos 50 mil habitantes, pertenece al departamento de Aude y a la región de Occitania.

Como pudimos comprobar, visitar La cité de Carcassonne en pleno agosto y por si fuera poco, en fin de semana, no es la mejor de las opciones. Pero antes de meternos de lleno en que ver en Carcassonne, ahí van unos apuntes históricos sobre una de las ciudades más bonitas de Francia.

Breves apuntes históricos sobre Carcassonne

Carcassonne adquirió su importancia estratégica cuando hacia el año 100 a.C los romanos fortificaron la cima de la colina donde se halla actualmente La Cité. Posteriormente, en el s.V, los visigodos ocuparon la ciudad y ampliaron las fortificaciones.

Luego fue ocupada brevemente por los árabes, que poseyeron Carcassonne desde 725 hasta 752, cuando fue tomada por los francos. En el s.XI la rica familia Trencavel construyó el castillo condal y la basílica de Saint-Nazaire.

La cruzada albigense llega a Carcassonne

Durante la cruzada albigense, Carcassonne era una ciudad cátara. En agosto de 1209, los cruzados asediaron la ciudad. El mes anterior había tenido lugar en Béziers la terrible matanza de cátaros, al grito de «¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!». Así que Carcasona ya sabía a que atenerse si no se rendía.

Lo hizo a los quince días de asedio, a cambio de la vida de sus habitantes. Tomada la ciudad, el nuevo vizconde Simón de Monfort volvió a ampliar las fortificaciones, convirtiéndose en una ciudadela-frontera con la Corona de Aragón.

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Famosa miniatura de la expulsion de los cátaros de Carcassonne en 1209. Crónicas de Francia, hacia 1415. British Library. Imagen: Workshop of Master of Boucicaut. Public domain, via Wikimedia Commons.

La Bastide Sant-Louis y el declive de las fortificaciones

Unos años después, los Trencavel quisieron recuperar la ciudad, pero no lo consiguieron. Como castigo, el rey de Francia Luis IX prohibió vivir en la ciudadela a las personas que habían secundado la revuelta, aunque les permitió quedarse en la otra orilla del río. Así se fundó la nueva ciudad, la Bastida de San Luis. En esa época se volvieron a ampliar las fortificaciones.

En 1659 se firma el Tratado de los Pirineos, mediante el cual el Rosellón pasó a manos de Francia. Al igual que la Fortaleza de Salses, una obra maestra de la arquitectura militar, Carcassonne perdió su importancia estratégica militar, abandonándose las fortificaciones y entrando en un fuerte declive.

En el siglo XVIII la ciudadela de Carcasonne era un barrio viejo, abandonado y alejado de la ciudad nueva.

La restauración y la polémica

Ya en el siglo XIX, se restauró el conjunto, con polémica incluida. Los trabajos empezaron en 1853, con la cité en estado ruinoso. El encargado de la restauración fue el parisino Eugène Viollet-le-Duc, muy influenciado por las construcciones típicas del norte de Francia,

Tanto, que en Carcassonne utilizó materiales no autóctonos, como la pizarra oscura en vez de la tradicional teja de colores ocres. Además, las torres típicas de la región estaban rematadas por una terraza, no con una cúpula puntiaguda recubierta con pizarra.

Tras la muerte de Viollet-le-Duc, acontecida en 1879, las obras las continuó su discípulo Paul Boeswillwald hasta su finalización en 1911. Pese a todo, los expertos creen que el conjunto sigue siendo coherente si se obvian algunos detalles como los anteriormente expuestos.

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Esta imagen sorprendente de Carcassonne es de entre 1895-1910, cuando ya se llevaban muchos años trabajando en la restauración de La Cité. Los lices (espacio entre las dos murallas) estaban ocupados por casas adosadas a las murallas. Eugène Viollet-le-Duc las empezó a derruir, pero hasta 1930 no se recuperó su aspecto original y actual.
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Aspecto actual. Este tramo del camino entre murallas (lices en francés) va de la Porte de l’Aude a la Porte Narbonnaise.

La leyenda de la Dama Carcas y el origen del nombre de la ciudad

Una de las leyendas más populares de Carcassonne es la que dio origen al nombre de la ciudad. Se remonta a principios del s.VIII, durante la ocupación musulmana. Según la leyenda, vivía en Carcassonne una princesa llamada Carcas o Carcás. Carlomagno asedió la ciudad durante cinco años, durante los cuales murió el rey musulmán Ballak.

Entonces Carcas se puso al frente de la defensa de la ciudad. A principios del sexto año asediados, la situación de los escasos defensores era muy precaria. Solamente quedaba un cochinillo y un saco de trigo para dar de comer a toda la población.

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La Dama Carcas, al lado de la Porte Narbonnaise (Puerta de Narbona).

Entonces Carcas ordenó que se rellenara el animal con el trigo, y a continuación se lanzara desde la torre más alta al pie de las murallas. Al caer al suelo el cochinillo reventó, saliendo de sus tripas el trigo. El emperador Carlomagno creyó que si los habitantes de la ciudad podían cebar de esa manera a un cerdo, era porque aun tenían reservas en abundancia. Así que pensó que el asedio era inútil y le puso fin.

Al final del asedio, cuando las tropas de Carlomagno se alejaban, la princesa Carcas hizo sonar todas las campanas de la ciudad. Al oírlas, uno de los soldados del emperador exclamó «¡Carcas sonne!». Así nació en nombre de Carcassonne.

Llegando a Carcassonne

Como nos pasó un par de días antes en Béziers, cuando llegamos a Carcasona está lloviendo. Mejor dicho, lloviznando. Entramos a la ciudad nueva por l’Avenue Général Leclerc, aproximadamente a las tres de la tarde. Allí mismo tenemos reservado el apartamento. Aparcamos encima de la acera llena de coches, delante mismo del edificio.

Es una casa antigua / vieja, aunque bien cuidada. Como nos pasó el primer día en Narbona, llegamos antes de la hora prevista. Igual que allí, esperamos a que llegue alguien para darnos las llaves. Como llovizna, lo hacemos sentados en el interior del coche.

Avenida del General Leclerc, Carcasona
Avenida del General Leclerc. No consideré necesario hacer ninguna foto del lugar… Hasta que escribí este artículo. En la verja que se ve a derecha, está la casa donde estaba nuestro apartamento. La foto es de Google Maps.

La avenida General Leclerc es la entrada a la ciudad por la carretera D6113 / N113. No es una avenida especialmente bonita. Acaba en el Pont Neuf, que atravesando el río Aude entra a la Bastide de Saint-Louis.

Puede que por la lluvia, la primera impresión de la avenida me recuerda un poco a las afueras de Béziers: aceras grises, algo maltrechas y llenas de coches aparcados. Mientras esperamos, escuchamos música en la radio.

Cuando ya casi no llueve, salgo del coche. Abro la puerta del maletero y me siento en él. La puerta se abre hacia arriba, y hace las funciones de toldo. Hay bastante tráfico, algunos comercios cercanos están cerrados. No pasa casi nadie a pie. Fumo un cigarrillo mientras mi hijo espera dentro del coche.

El apartamento

Al cabo de una media hora, llega la propietaria o encargada del apartamento. Nos saludamos y presentamos. Subimos por unas escaleras estrechas, algo oscuras y viejunas hasta el segundo piso. Entramos en el pequeño apartamento. ¿He dicho pequeño? Quería decir diminuto. Unos 16 m2, a ojo de buen cubero.

Entrando, a la izquierda está la cama, grande con dos mesillas de noche, una de ellas con un microondas encima (!?). También una ventana que da a los patios de las casas vecinas, y a su lado una tv de pantalla plana pequeñita colgada en la pared —no cabría en otro sitio—. A la derecha un armario empotrado, una pequeña mesa plegable y dos sillas, dejando un pequeño pasillo entre estas y la cama. 

En la pared del fondo, a escasos 40 cm de los pies de la cama, una cocina completa con sus armarios altos y bajos, aperos variados y fregadero. A la izquierda de la cocina, una puerta da a un pequeño cuarto de baño con ducha y lavabo. Otra puerta a la derecha de de la cocina da al wc.

El piso es pequeño y está en una casa vieja. Pero está muy limpio. La cama es grande y cómoda. Tiene aire acondicionado. Dispone de un gran jardín y aparcamiento privado en la parte de atrás. Obviamente no es un apartamento de lujo. Lo escogimos básicamente por su precio y porque está a diez minutos andando de La Cité y la Bastide de Saint-Louis. 

Como nunca pasamos demasiado tiempo en los alojamientos, con que tengan una buena cama y una cocinilla para salir del paso, nos vale. Dos noches nos costaron 91,20 euros (impuestos incluidos).

No, no tomé fotos del apartamento. En su página de Booking encontrarás algunas, aunque no vi ninguna del nuestro en concreto. En fin, a partir de este punto del post, te cuento algunas cosas y lugares que ver en Carcasona.

Hacia La Cité medieval

Dejamos los bártulos en el palaciego apartamento y nos dirigimos andando hacia La Cité. Son las cuatro de la tarde, más o menos. A pocos metros de nuestro alojamiento en la avenida Général Leclerc, subimos por la rue Trivalle, seguimos por Montée Gaston Combeleran y llegamos casi delante de la Porte Narbonaise.

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La Porte Narbonnaise, en agosto de 2018. Lleno de viajeros y turistas como nosotros…
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Porte Narbonnaise Puerta de Narbona Carcasona carcasonne
La Porte Narbonnaise, en noviembre de 2004. Mucho mejor visitar La Cité en noviembre. Al menos no lo hagáis un fin de semana de agosto, por Dios…

La primera vez que vi La Cité ya me pareció impresionante. Sus murallas y torres parecen sacadas de una película de caballeros y princesas. Aunque lógicamente, es al revés; son las películas las que vienen a rodar sus escenas aquí. Hoy me sigue pareciendo igual de espectacular.

En la película Robin Hood, príncipe de los ladrones (1991), con Kevin Costner de protagonista, la localización del Castillo de Nottingham es La Cité 👇🏿

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Carcassonne es un conjunto medieval único en Europa, por su tamaño y conservación. Su entramado de calles serpenteantes, callejuelas estrechas y pequeñas plazas hace volar la imaginación y nos traslada a la edad media.

La ciudadela está rodeada por una doble muralla de 3 km de longitud y 52 torres. No es de extrañar que desde 1997 esté declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es indiscutible que se lo merece.

Los «círculos concéntricos excéntricos» de color amarillo

Nos sorprendió ver unas pinturas amarillas en las murallas y torres de la ciudad medieval, que no estaban en nuestra anterior visita. Se trata de una obra efímera del artista franco-suizo Felice Varini, precisamente para conmemorar el 20 aniversario de la inscripción de Carcasona en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

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Los «Cìrculos concétricos excéntricos», de Felice Varini, vistos desde la Porte de l’Aude. Imagen: Benoblog | CC BY-SA 4.0 | Wikimedia Commons.

La obra, que no gustó a todo el mundo, pretendía crear una ilusión óptica en las históricas paredes de Carcassonne. Desde donde se ve mejor el efecto óptico es entrando por la Porte de l’Aude. Pero nosotros no lo sabíamos, así que sin verlo en su conjunto, y sin saber que era, no lo entendimos demasiado. Lo que vimos paseando por el camino de ronda de las murallas fue esto:

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Los círculos concéntricos excéntricos, tal como los vimos desde lo alto de la muralla.

Entrada a La Cité por la Porte Narbonnaise (Puerta de Narbona)

Es la más famosa de las puertas de La Cité, y el lugar habitual para empezar el recorrido por la misma. Ubicada al este de la ciudadela, se construyó alrededor de 1280, cuando la ciudad estaba en todo su esplendor. Su nombre viene dado por su orientación hacia Narbona. El actual puente levadizo es otra de las licencias que se permitió Eugène Viollet-le-Duc, ya que no existía originalmente.

Atravesamos la Puerta de Narbona y nos metemos de lleno en la ciudad medieval. Subimos cuesta arriba por la calle principal, la rue Clos Mayrevieille, atiborrada de gente. Esta calle nos recuerda mucho a la Grande Rue de Mont-Saint-Michel, la abadía que ordenó construir un arcángel.

Pero veamos el lado positivo: en la edad media, los días de mercado, de fiesta o de cualquier otra actividad popular, a calle estaría igual. O peor, porque deberíamos añadir carros, burros, perros, caballos y otros animales circulando entre la gente, con sus respectivos efluvios «aromáticos». De todas formas, si pretendes ver la ciudad mas relajadamente, no vengas un fin de semana de agosto.

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La rue Clos Mayrevieille estaba llena de gente. Viajeros, turistas, domingueros… Y puede que algún habitante de Carcasonne.

La calle Clos Mayrevieille está llena de tiendas de todo tipo. Subiendo, al final de la calle, llegamos a la Place du Chateau. Giramos a la izquierda y llegamos a otra plaza, la Place Marcou. También repleta de bares y restaurantes, con sus terrazas hasta la bandera. En una de ellas, un grupo de aficionados sigue un partido de rugby ante una pantalla gigante. El jolgorio es importante.

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Place du Chateau.

Le Bar à Vins

Como allí no se cabe, volvemos tras nuestros pasos de nuevo hacia la Place du Chateau, donde a pocos metros se encuentra la entrada al Castillo. Pero viendo la hora que es, lo dejamos para el día siguiente, domingo. Ya es tarde y preferimos ir a tomar algo antes de retirarnos. Volvemos otra vez a la Place Marcou para sentarnos en alguna terraza.

Pero la plaza sigue llena, así que continuamos paseando por la rue du Plo, que empieza en esa misma plaza y acaba en la Place Saint-Nazaire. Pronto llegamos a una plazoleta con un pozo en medio. Es la Place du Petit Puits (Plaza del Pozo Pequeño).

El Petit Puits es uno de los 22 pozos que abastecían la ciudadela. En la actualidad quedan dos, le Grand Puits y le Petit Puits. El que vemos se construyó en el s.XIV, y cumplió su cometido durante siglos, hasta que llegó el agua corriente a las casas. El grande está en la Place du Grand Puits, muy cerquita de la entrada al Castillo.

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Rue du Plo.

Pero el verdadero descubrimiento del día no es ningún monumento. Poco antes de llegar a la basílica de Saint-Nazaire encontramos Le Bar à Vins. Cansados y sedientos, entramos. En su interior encontramos el paraíso, alejado del mundanal ruido: una gran terraza rodeada de árboles, buena música ambiental y un pequeño escenario donde se celebran conciertos al aire libre.

Nos sentamos en una de las mesas, pedimos un batido de cacao y una cerveza y nos relajamos. Hemos cruzado una puerta a otra dimensión, un oasis lejos del ajetreo y la aglomeración de las calles de La Cité. Como ellos mismos le llaman, es el «Jardin secret de la Cité».

Por si fuera poco, cuando nos íbamos un simpático camarero le regaló a mi hijo unas estupendas gafas de sol. Le iban muy grandes, pero le agradecimos el detalle. Lamentablemente le duraron poco, las perdió poco después en Castelnaudary, la capital mundial del cassoulet. Un lugar muy recomendable.

Le Bar à Vins. Foto: Instagram lebaravins
Le Bar à Vins. Foto: Instagram lebaravins.

¡Maldita sea! Un cajero se nos queda la tarjeta

La mañana del domingo la reservamos para hacer una escapada. A unos 40 km de Carcasona le aguarda a mi hijo el Museo de Dinosaurios de Espéraza, un viaje por el tiempo, en Espéraza. De regreso a Carcasona, después de comer en el apartamento nos disponemos a visitar de nuevo La Cité.

Queremos asistir al Torneo de Caballeros, que se celebra durante los meses de verano (12€ adultos y 6€ para niños entre 5 y 10 años). La primera representación empieza a las 15 h, la segunda a las 16,45. Nuestra intención es ir a la segunda y luego visitar el castillo. Así que contentos y radiantes como dos pequeños renacuajos, cogemos el coche de san fernando y vamos paseando hacia La Cité.

Por el camino paramos en un cajero de Crédit Agrícole. Meto en la ranura mi nueva y flamante tarjeta N26, estrenada en este viaje. Ya la he utilizado varias veces, sin ningún problema. Tecleo el importe, el número secreto… Todo va bien. Pero antes de que salgan los billetes, la tarjeta se queda atascada y no acaba de salir de la ranura.

El cajero la intenta expulsar con pequeños empujones, pero no sobresale lo suficiente para poder atraparla con los dedos. No se me ocurre otra cosa que meter la punta de la llave del coche en la ranura, para ver si puedo «ayudarla» a salir.

Lamentablemente (y / o previsiblemente) la arriesgada operación de rescate resulta un fracaso, y mi flamante N26 se queda definitivamente en las entrañas del pérfido cajero. Nos quedamos temporalmente sin tarjeta y sin dinero.

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Desde la muralla pudimos ver la zona donde se celebraba el Torneo de Caballeros.

Como es domingo, lógicamente la oficina bancaria está cerrada. Pienso que menos mal que nos vamos mañana lunes, y nos dará tiempo de pasar a buscarla por el banco… Pues no. Leo el horario de la oficina en un cartel, y resulta que los lunes está cerrada. ¡Maldita sea! En fin… Volvemos rápidamente al apartamento a buscar otra tarjeta.

Ya no tenemos tiempo para buscar otro cajero (¡yo no meto ninguna otra tarjeta en el mismo!) y menos de llegar a tiempo al Torneo de Caballeros. En fin, otra vez será. Nos conformamos con visitar el castillo. Que no es poco.

El Castillo condal de Carcassonne

Después de las peripecias con las tarjetas, por fin llegamos a las puertas del castillo. Al ser domingo, no esperamos una visita en solitario, más bien al contrario. Inmediatamente pasada la puerta principal, encontramos la consigna o recepción, donde compramos las entradas, aunque se puede entrar gratis si se cumplen algunos requisitos. Encontrarás más información y compra por anticipado aquí.

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Entrada al Castillo de Carcasonne.

Después de pagar las entradas, atravesamos un estrecho puente de piedra que lleva hasta la puerta principal. Hay mucha gente, pero la visita merece la pena en cualquier circunstancia. Aunque como decía antes, si es posible mejor fuera de la temporada alta. 

Visitamos diversas salas, como la Pierre Embry, la Gótica, de los Arcos, la sala románica y algunas más, todas ellas con elementos arquitectónicos o artísticos que ver. En una de las  salas que encontramos cerca de la puerta principal, se proyecta un documental subtitulado en castellano, sobre la historia de la ciudad y su restauración. Está muy llena y pasamos de largo.

Sin duda, lo que más nos gustó fue el camino de ronda de la muralla. Paseamos por sus torres y matacanes de madera soportados por voladizos, desde los que antiguamente se lanzaban todo tipo de objetos contundentes contra los enemigos.

Le explico a mi hijo las típicas secuencias de las películas medievales de princesas, sapos y castillos, cuando los defensores echan piedras, bolas de fuego y aceite hirviendo sobre los atacantes… A lo largo de la muralla, llena de aspilleras desde donde los arqueros disparaban sus flechas, encontramos diversos puntos con vistas panorámicas sobre la ciudad.

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Arriba, el camino de ronda de la muralla interior. Abajo, la muralla exterior.
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La visita al castillo nos ofrece excepcionales panorámicas de la ciudad nueva de Carcassonne.
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Pasadizo techado del castillo.

El Teatro Jean Deschamps

Poco antes de acabar el recorrido por el paseo de ronda de la muralla, pasamos por encima del Théâtre de la cité. Ubicado en el interior de La Cité, fue creado en 1908, sobre el emplazamiento de un antiguo claustro y los jardines de la basílica de Saint-Nazaire.

Dispone de un poco más de 3.000 asientos, aunque llegó a tener una capacidad para 6.000 personas. En 2016 pasó a llamarse Jean Deschamps, en homenaje al actor y director francés. Él fue quien en 1957 fundó el Festival de la Ciudadela, que sigue celebrándose cada verano.

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Teatro Jean Deschamps.

La basílica de Saint-Nazaire

Una vez acabamos la visita al castillo, salimos de la muralla por unas escaleras que bajan hasta la Place de Saint-Nazaire. Allí se encuentra la basílica de Saint-Nazaire, llamada la «Joya de la ciudad». Originariamente fue una iglesia románica, de la que no queda ningún vestigio. Aparece mencionada por primera vez en un documento del año 925.

En 1096, cuando la ciudad estaba bajo la autoridad de la familia Trencavel, el Papa Urbano II visitó Carcassonne y bendijo los materiales que se iban a utilizar para realizar el nuevo edificio. Este se terminó en la primera mitad del s.XII. En 1801 perdió su estatus de catedral, que pasó a la iglesia de Saint-Michel, en la ciudad nueva o Bastide de Saint-Louis.

El actual título de basílica lo otorgó el papa León XIII en 1898. A lo largo del tiempo ha sido remodelada varias veces, entre ellas la que realizó Eugène Viollet-le-Duc en el s.XIX durante la restauración de la cité, que la transformó notablemente.

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Basílica de Saint-Nazaire.

En su interior, lo más interesante son las magníficas vidrieras de los siglos XIII y XIV, consideradas de las más bellas del sur de Francia. También se halla la Pierre du siège (Piedra del asedio), una losa de piedra esculpida con una representación del sitio de Toulouse durante la cruzada albigense. Otro elemento interesante es la lápida de la tumba de Simón de Montfort, jefe de dicha cruzada, que fue vizconde de Carcassonne y Béziers.

La Porte d’Aude

En la plaza que da acceso al castillo nace la rue de la Porte d’Aude. Siguiéndola llegamos a la Porte d’Aude. Es una de las cuatro puertas que dan acceso a la ciudad fortificada, coincidiendo con los cuatro puntos cardinales. Junto con la Porte Narbonnaise, son las dos más importantes.

La Porte d’Aude se ideó como un complejo sistema defensivo, con arcos sin puertas, recovecos y entrecruzamientos que provocaban que los atacantes quedasen expuestos desde todos los ángulos. Situada al oeste, el objetivo de esta parte de la muralla era impedir que el enemigo se situara entre el río Aude y la ciudadela.

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Porte d’Aude.

Le Pont Vieux y la Square Gambetta

La mañana que nos vamos de Carcassonne nos acercamos hasta Le Pont Vieux (El Puente Viejo). Para ello, aparcamos el coche en la misma avenida Général Leclerc, poco antes de llegar a Le Pont Neuf (El Puente Nuevo). Desde allí nos acercamos paseando hasta Le Pont Vieux para tomar las últimas fotografías de esta preciosa ciudad medieval.

Le Pont Vieux (El Puente Viejo) se construyó en el s.XIV, debido a la necesidad de disponer de un puente para conectar La Cité con la ciudad nueva o Bastide de Saint-Louis, creada el siglo anterior. Hasta su finalización, el río Aude se atravesaba mediante un vado situado en el Moulin du Roy, muy cerca del puente. 

Consta de doce arcos y tiene 210 metros de longitud y 5 metros de ancho de paso. Para edificarlo se instituyó un impuesto especial, y su construcción se realizó «arco a arco», es decir, se iba construyendo según los recursos disponibles. Se acabó alrededor de 1320. Fue el único vínculo entre las dos partes de la ciudad hasta que se hizo el Pont Neuf  (Puente Nuevo) en 1841.

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Le Pont Vieux.

Ya que estamos cerca, vamos andando hasta la Square Gambetta, una gran y bonita plaza que se encuentra cruzando Le Pont Neuf . Es la entrada a la ciudad nueva o Bastide de Sant-Louis, que no pudimos visitar. Nos faltó tiempo. Tan solo estuvimos en la Bastide una vez, buscando una tienda para comprar un ingrediente para cocinar, no recuerdo cual. Así que la fotografía de Square Gambetta que sigue es la última de nuestra visita a Carcassonne. ¡Hasta siempre!

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Square Gambetta.
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