Abadía de Fontfroide, la precursora del monasterio de Poblet

La Abadía de Fontfroide es un lugar muy agradable, con bonitos caminos y bellos jardines para pasear, y por supuesto una gran abadía medieval que descubrir. Además, tiene una historia muy interesante relacionada con nuestro Monasterio de Poblet

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Como colofón perfecto a la 1a etapa de este Road Trip por Occitania, visitamos la Abadía de Fontfroide (Abbayé de Fontfroide), muy cerca de Narbona. Es la última visita tras unos días con sus respectivas noches en Narbona, la tranquila y bella ciudad archiepiscopal.

De camino hacia Carcassonne, una ciudad de película única en Europa, donde tenemos reservado el siguiente alojamiento y base de operaciones de la segunda etapa, visitamos la Abadía de Fontfroide, un lugar muy interesante, y además relacionado con uno de los monasterios más conocidos de Catalunya, el monasterio de Poblet.

La abadía de Fontfroide y el monasterio de Poblet

Si se viaja con niños, tal vez exista la duda de si la abadía de Fontfroide será un lugar demasiado aburrido para ellos. Tras visitarlo, todas las dudas quedaron resueltas. Es un lugar agradable, con bonitos caminos y jardines para pasear, además de ser uno de los lugares imprescindibles que ver en Narbona. Otro motivo, decisivo, es descubrir la relación entre esta y el Real Monasterio de Poblet, en Tarragona.

El emplazamiento que hoy ocupa la abadía era un territorio eremítico. La fundó en 1093 el vizconde de Narbona, reuniendo a los eremitas del lugar, que seguían la regla benedictina. Posteriormente, hacia 1145, se convirtió en citerciense.

En el año 1150 el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV donó a la abadía de Fontfroide las tierras que hoy ocupa el monasterio de Poblet. Al año siguiente el abad de Fontfroide envió a los primeros monjes para inspeccionar y preparar el nuevo asentamiento monacal.

El asesinato de un monje de la abadía de Fontfroide, detonante de la cruzada contra los cátaros

Pierre de Castelnau fue un monje de la Abadía de Fontfroide, inquisidor y legado papal en Languedoc. En 1203 el papa Inocencio III le dotó de plenos poderes, junto a Raul Ranier, para intentar parar la herejía catara. En 1204 se les unió Arnaud Amaury, por entonces abad de Cîteaux.

Pierre de Castelnau destacó por la virulencia de sus prédicas, que le valieron el odio popular y la hostilidad tanto del conde de Toulouse Raimundo VI, como del mismísimo Pedro II de Aragón, apodado «el Católico». En 1207 Castelnau excomulgó a Raimundo VI, acusándole de cátaro y hereje. 

El 15 de enero del año siguiente, el legado papal fue asesinado cuando se disponía a cruzar el río Ródano, regresando de una reunión en Saint-Gilles (Languedoc). La muerte de Castelnau se atribuyó al conde Raimundo, quien supuestamente habría ordenado el asesinato a uno de sus escuderos.

El detonante de la Cruzada Albigense: El papa Inocencio III halló en el asesinato de Pierre de Castelnau la excusa perfecta para proclamar la cruzada contra los cátaros, también conocida como Cruzada Albigense.

Otra conexión entre Fontfroide y Poblet: Arnaud Amaury fue abad de Poblet entre 1196 y 1198, y murió en la abadía de Fontfroide en 1225. A él se le atribuye la poco afortunada y macabra frase acuñada en Béziers en 1209, durante la cruzada albigense: «¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!».

 

Llegando a la abadía de Fontfroide

La abadía de Fontfroide se encuentra a unos 15 km de Narbona, departamento de Aude, en dirección a Carcasonne, donde nos dirigimos. Apenas debemos sumar unos 10 km a la ruta para visitar el monumento histórico. Salimos de Narbonne por la Avenue de Bordeaux, que continua como carretera D6113. Poco antes de Montredon-des-Corbières encontramos una rotonda. Allí tomamos la D613 en dirección Bizanet. Unos 6 o 7 minutos más tarde tomamos el Chemin de Fontfroide. Está muy bien indicado.

Llegamos a una gran explanada rodeada de pinos y cipreses. Es el aparcamiento. Cuenta con una pequeña zona de picnic. Llegamos relativamente pronto, aun no son las 10 y casi no hay coches aparcados. Nos dirigimos hacia el edificio principal. Las primeras impresiones son muy buenas. Todo se ve limpio y cuidado. Cruzamos un pequeño puente y vamos directos a la recepción.

Aparcamiento de la abadia de Fontfroide
Aparcamiento de la abadia de Fontfroide. La foto es de cuando nos íbamos, hacia las 11,30. Cuando llegamos, una hora y media antes, estaba casi vacío.

El restaurante y la bodega de la abadía de Fontfroide

Antes de entrar de lleno en el recinto de la abadía en sí misma, debemos pasar por una zona de servicios. Entre ellas, un bar-restaurante, los WC’s y una bodega y obviamente la recepción, que también es una tienda de recuerdos, libros y objetos relacionados con la abadía. En el restaurante La Table de Fontfroide se celebran todo tipo de eventos con reserva previa. 

Podemos comer o cenar en el restaurante a partir de 21 euros, bebida aparte. Es precioso y dispone de jardín. Asimismo, se pueden alquilar diversas dependencias de la abadía para seminarios, congresos, bodas, comuniones, etc. Incluso para rodajes de películas, video clips y documentales. ¡Si Arnaud Amaury levantara la cabeza…!

Capítulo aparte merece la bodega. Desde los orígenes de la abadía, los monjes han cultivado viñedos en sus alrededores. Actualmente, aunque ya no hay monjes, se cultivan viñas en unas 40 hectáreas y se producen unas 60.000 botellas anuales.

Se organizan catas y los vinos se pueden adquirir en la misma tienda de la bodega. Por pura casualidad, el día anterior a nuestra visita probé uno de los vinos de la abadía en Les Grands Buffets de Narbona. Concretamente, el Deo Gratias negro. No soy ningún experto, pero me pareció delicioso.

De camino hacia la recepción de la abadía de Fontfroide
De camino hacia la «zona de servicios». Pasado el puente y el portal abovedado que se ve al fondo, encontramos el resturante, la bodega y la recepción.

La recepción y el curioso caso de la guía multimedia o el flyer

Después de pasar por el resturante y la Cave (la bodega), entramos en la bonita recepción de la abadía de Fontfroide. Nos atienden en castellano, y nos explican que podemos escoger entre dos opciones para visitar la abadía por libre.

Una pequeña tablet y unos auriculares, a modo de audioguía visual, o el típico flyer de toda la vida. En ambos casos, la entrada individual cuesta 11,50 euros del ala. No recuerdo si mi hijo (cinco años) pagó entrada reducida. También en ambos casos, disponen de versión en español, y en el caso multimedia, también en catalán.

Se organizan visitas guiadas, aunque no preguntamos si eran en español ni si se necesitaba un mínimo de participantes. Me sorprendió que no se pudieran pedir ambas cosas (audioguía + Flyer), ya que al fin y al cabo el flyer es un simple folleto desplegable de papel. Pero no se puede. Por el mismo precio, pensé que sin duda era mejor la guía multimedia.

Entré con la guía multimedia y empezamos la visita. Pero cuando llevaba cinco minutos con los auriculares puestos, aunque las explicaciones eran muy interesantes, me di cuenta que debía cambiar por el flyer.

La guía multimedia requiere estar con los auriculares puestos, y enseguida vi que estar pendiente de las explicaciones del narrador era incompatible con estar pendiente de mi hijo. Demasiados pendientes. Así que nos dimos media vuelta y volvimos a recepción, donde nos lo cambiaron sin ningún problema.

Acceso a la abadía
Acceso a la abadía.

El patio de honor, la Capilla de los extranjeros y el patio de trabajo

Después de atravesar un portal abovedado y un corto y agradable paseo por un camino muy bien cuidado, llegamos al Patio de honor. Es un gran patio alargado, como un recibidor exterior. A un lado del patio, antes de llegar a la rosaleda y al jardín en terrazas, encontramos la Capilla de los Extranjeros.

Está separada del conjunto del resto de edificios, y es la única que queda de los orígenes de la abadía de Fontfroide antes de ser cisterciense. Se trata de la primera iglesia de la abadía. A partir del s.XII se utilizó como capilla para visitantes y peregrinos. En su primera planta alberga una sala de exposiciones.

Patio de honor.
Patio de honor.

Desde el Patio de Honor se accede al interior del edificio. La primera sala que nos encontramos es el refectorio de los legos. Estos eran personas de origen campesino y humilde, que trabajaban las tierras de la abadía de Fontfroide.

En su apogeo, acogía entre 200 y 250 legos. A continuación salimos a un gran patio interior, el llamado Patio de trabajo, donde antiguamente estaban los talleres del complejo (carpintería, forja, panadería). Todo ello situado entorno a un pozo de agua al parecer muy fría, origen del topónimo Fontfroide (fuente fría).

El Patio de trabajo, también llamado Patio Luis XIV.
El Patio de trabajo, también llamado Patio Luis XIV. En el medio de la plaza, el pozo.

El Claustro y la Sala capitular

Después de pasar por el Callejón de los legos, frontera entre las dependencias de los monjes y de los legos, nos vamos al Claustro. Este es el corazón de la vida espiritual monástica por excelencia. En una de las galerías se expone una tiara (o triple corona papal), que recuerda que uno de los abades de la abadía de Fontfroide fue el tercer Papa de Aviñón entre 1334 y 1342, bajo el nombre de Benedicto XII.

abadía de Fontfroide
Claustro de la abadía de Fontfroide.

Al lado del Claustro está la Sala capitular o Sala del capítulo. Todas las mañanas, aquí se reunía la comunidad de la abadía para cantar la «prima», sentados alrededor del padre abad. También se establecían los trabajos y tareas de la jornada, y se trataban temas de la vida cotidiana de la abadía. Para finalizar, los monjes se confesaban en público y recibían el castigo correspondiente.

La Sala capitular
La Sala capitular.

La iglesia abacial de la abadía de Fontfroide

Como no, entramos en la Iglesia abacial. Es una de las más altas de las iglesias cistercienses construidas en la segunda mitad del s.XII, con 20 metros de altura y 53 de longitud. Se conserva la escalera original por la que los monjes bajaban desde su dormitorio a la plegarias nocturnas.

Las coloridas vidrieras que se observan actualmente se colocaron a principios del siglo XX, sobre las aberturas descubiertas.

La iglesia abacial de Fontfroide
La iglesia abacial de Fontfroide.

El dormitorio de los legos y la despensa

El dormitorio de los legos que se puede ver actualmente es tres veces más pequeño que el original. Aquí dormían los legos, en unas pequeñas camas de madera, completamente vestidos y separados por pequeños tabiques de madera.

En uno de sus extremos se guardaban los sacos de grano más delicados, ya que no podían aguantar la humedad de la Despensa. En esta se encuentra la Puerta Románica, única entrada a la abadía en la edad media.

El dormitorio de los legos.
El dormitorio de los legos.

Los jardines y la rosaleda

Para finalizar nuestra visita a la abadía, damos un paseo por la rosaleda y los jardines. Al lado de la iglesia abacial se encuentra una rosaleda con más de 2500 rosales de 14 variedades. Entre ellas, la Rosa de los Cistercienses y una variedad creada expresamente para la abadía, la Rosa de Fontfroide.

Desde un extremo de la rosaleda sale un sendero hacia una colina ajardinada. Se trata de un jardín dispuesto en terrazas, que se puede visitar paseando por un pequeño camino señalizado. Tiene su origen en el s.XVI, aunque en el s.XX fue rediseñado y se plantaron nuevos ejemplares. También se añadieron algunas estatuas, jarrones de mármol y estanques.

Vista parcial de la rosaleda de la abadía de Fontfroide.
Vista parcial de la rosaleda de la abadía de Fontfroide.

El paseo por el jardín en terraza fue el colofón perfecto para acabar nuestra visita a la abadía. El pequeño Julià ha disfrutado mucho, sobre todo en esta última etapa, recorriendo el jardín y descubriendo los rincones y ramificaciones del sendero. Hemos pasado algo más de una hora y media en este lugar histórico. Ha valido mucho la pena.

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